April 22, 2008

Contraseñas: herramientas de nuestro crecimiento personal


No sé cuándo empezamos a ponerle clave a algo…
Fue sin darnos cuenta. Quizás fue en el trabajo, cuando nos asignaron una clave para tener acceso a la línea telefónica, clave para la fotocopiadora, clave para entrar en la computadora y clave para entrar a cada programa… Todo para que quede registrado quién fue el culpable si algo sale mal. Y si sale bien? Quién se lleva el crédito? Clave en el celular para poder marcar los números, clave para accesar a los mensajes, clave para el correo electrónico y ay de uno si se tienen varios! Clave para las tarjetas de débito y hay que ponerse creativos, porque sino cualquiera las descubre. Clave para iTunes, para Amazon, para Facebook, para cada website en el que uno quiere participar. Y menos mal que ahora nuestro ID es normalmente nuestra dirección de correo electrónico, porque cuando se nos ocurrió inventarnos un ID diferente en cada website, eso sí que fue la locura. Se mezclaban en mi cabeza unos con otros y tardaba como 20 minutos en dar con el acertado. Y es que nos hemos hecho no sólo testigos de este crecimiento tecnológico desmesurado, sino víctimas del atropello a nuestra memoria, con tantos procesos para entrar aquí, allá y más allá. Quisiera que llegara pronto lo de colocar mi dedo índice en la pantalla y “That’s it”, listo. Que la computadora o el aparato que sea, me identifique por mis huellas digitales y así saco de mi memoria tanta contraseña sin sentido. Ya no soy capaz de ver la hora mientras hablo y conduzco a la vez. Me he vuelto básica. Antes me maquillaba, hablaba por teléfono y desayunaba mientras manejaba vía al trabajo… Ahora me he vuelto torpe, o fue que antes simplemente tenía un angelito de la guarda, ocupado en todo lo que yo no podía hacer sola. Lo cierto es que ahora me concentro más; sólo hago dos cosas cuando mucho… Soy más conciente del peligro que puedo representar para los demás. Finalmente estoy madurando.

April 18, 2008

Creo


Creo en la generosidad de Liszt
cuando presentó públicamente a Chopin,
en el amor incólume de Eloísa
hacia el padre de su único hijo: Astrolabio.
Creo en la palabra escrita de Borges, Neruda, Nazoa...
y tantos otros que ahora se me escapan,
en las canciones de mi negro Frank,
Rubén Blades, Alberto Cortéz, Miguel Ríos,
Manzanero, Juan Luis Guerra, Concha Valdez...
“Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar”,
porque desde la primera vez que leí esta frase me vi,
ahí estaba yo con mis reflexiones
y mis lágrimas calmas...
Creo en la mirada de Arnaldo...
porque allí me consigo, desnuda el alma;
en la poesía de Fernando,
en el amor que no pudo ser...
en la amistad como la relación más libre que existe.
Creo en la lucha de mi madre por encontrar
el equilibrio entre ser y parecer,
en mi padre por ser alguien sin falsas pretensiones,
por su espíritu llano.
Creo en los niños de hoy
y en el mañana que muchos como yo queremos darles,
creo en Venezuela a pesar de su presente.
Creo en el amor de mi hijo Simón hacia su padre,
en la alegría de vivir de mis morochos,
en el carácter de mi sobrina
y en la inocencia de su hermano.
Creo en la verdad que hay en cada uno de nosotros,
por la que luchamos y vivimos;
en que podemos hacer un mundo con nuestras reglas
y no las que han dictado los demás,
en mis contradicciones, porque si no no sería yo.
Creo en las personas que han dejado huella en mí,
en las que me han conmovido,
en las que me han enseñado
y en las que me han hecho reír.
Creo en mis equivocaciones
y aún más en mis rectificaciones,
en mi condición humana y por eso falible.
Por eso creo en lo que he sido,
en lo que soy y en lo que quiero ser...
porque creo en la brisa que mueve mi pelo
y acaricia mi piel,
en el sol que calienta mis huesos y mi ser
llenándome de energía para empezar el día,
en la lluvia que me invita a caminar bajo ella,
en el árbol como figura perfecta de la naturaleza,
lleno de vida,
en la tibieza de la tierra bajo mis pies descalzos,
que me hace sentirme dueña del mundo;
en la música que me hace bailar
y en el golpe del tambor que hace correr
sangre de negra por mis venas.
Creo en el valor que para mí van tomando
algunas palabras con el paso de los años,
como si fueran encajando poco a poco
en el enorme rompecabezas de mi vida,
rica en vivencias
y en el que espero todavía falten
muchas piezas por colocar.
Creo hoy más que nunca en la palabra “bienestar”,
es lo que siento cuando estoy con mi hijo
y el hombre que amo,
bienestar también siento
cuando ese hombre me abraza
y me sorprendo de estar tan viva.
Creo en el amor que sentí por el padre de mi hijo,
un amor genuino y enorme,
en mi corazón que ha amado más de una vez,
en mi cuerpo que siente,
en mi mente que quiere seguir aprendiendo
y en el alma de María Beatríz que me define.
Creo en la familia
como gente de mi sangre y creencias,
pero también creo en la familia que se forma
con las personas que vamos adoptando en el camino.
Creo en Dios porque está en mí,
como el amor, que no lo veo pero lo siento,
como la certeza de que escribo para mí
y para todo aquel que sin pretenderlo
pueda encontrar parte de sí mismo
en alguna de estas líneas.
Creo en el hombre que amo,
como alguien que me conoce con profundidad
y me toma entera arriesgándose una vez más
a creer en alguien,
creo en el amor que siento por él,
un amor que me hace recobrar
cosas que yo imaginaba ya perdidas en mí...
Creo en que todo puede ser posible,
creo porque quiero creer
y porque quiero es que lo intento!

(Escrito el 27 de septiembre del añ0 2002)

Reencuentro


Estoy empezando a encontrarme una vez más. Resulta que a veces nos alejamos de quienes somos y nos vemos a nosotros mismos iguales físicamente en el espejo, pero extraños en eso que no se puede ver a simple vista.
 
Más de una vez en mi vida he pasado por una etapa de metamorfosis… el resultado es siempre satisfactorio, porque en ese momento muy dentro de mí me encuentro y sonrío, me reconozco y abrazo, me acepto… a la nueva yo que tiene mucho de la vieja, porque mi esencia nunca cambia, permanence a través del tiempo, pero esta nueva yo es distinta, ni mejor ni peor, tan sólo distinta y lo más importante es que soy yo.

Hoy quería disfrutar parte de la mañana con mi hijo, quería caminar a un parque… y el camino me brindó otro. Yo entré, en ese momento estaba solo para mí y poco a poco fue llegando más gente: un ciclista, una mujer pensadora como yo.

Siento la brisa en mi cuerpo, el sol en mi piel… Si hubiera venido con mi hijo hubiera sido feliz, pero quizás por algo él no tuvo que venir, para disfrutar de esta comunión conmigo misma.

En estos tiempos modernos


Los niños se adaptan a todo. Se me ocurre una idea, podría enterrar el playstation en un hueco de esos inmensos que hacemos en la playa y a la semana, puede que ya él no lo echaría en falta.
Ha sido nuestra culpa el permitir que ese ladrón de niños haya entrado a la casa… y ahora pagamos las consecuencias. En cambio, el libro es vida, porque cuando agarramos un libro y empezamos a leerlo, se abre un mundo infinito de conocimiento, de historias no conocidas, de cosas por descubrir…

Quiero que este tiempo no me robe las cosas sencillas de la vida. Quiero salir con mi hijo y que no esté conectado a su iPod, sino a mí. Qué extraño es para mí estar los cinco en el carro, como si ninguno estuviera allí, cada quien aislado en su juguetico (llámese celular, gameboy o lo que sea), encerrado en su mundo, del cual los demás no son partícipes.

Porqué y cuándo las cosas se volvieron de esta manera? Es como si quisiéramos evitar a toda costa el contacto diario con los demás. Nos tornamos huraños sin sentido, porque aunque no necesitamos de nadie para ser felices, la vida es más hermosa cuando la compartimos con quienes amamos. Compartir nos enriquece los momentos, y la vida está formada de ellos…

April 17, 2008

Pensando en voz alta


Quién soy? Cómo puedo haber puesto las vitaminas por segunda vez en la nevera? Dónde está mi mente cuando hago esas cosas? Es acaso un desdoblamiento de la personalidad? Si así es, menos mal que a mi otra yo no le ha dado por ser mujer fatal.

Recuerdo cuando era pequeña y ví capítulos de una telenovela protagonizada por Ivonne Attas, en la que ella cambiaba su personalidad. Sucedía de noche, mientras ella dormía, o creía que dormía... entonces salía otra mujer de ella, una mujer que era capaz de hacer todo lo que la primera (la que vivía de día) no podía hacer. Ese no es mi caso, quizás el mío sea uno llamado "Camino al Alzheimer". Quizás lo que yo debo hacer es comenzar a escribir sin parar, para no olvidar...

Hace años leí en un periódico un artículo titulado "20 Signos del Alzheimer"; si uno tenía al menos 4 de ellos podía concluir que era candidato a esta enfermedad, y yo tenía como 12. Qué tal? Osea - pensé -por el camino que voy podré llegar a ser la Reina del Alzheimer. Para los que no saben mucho del tema, el que sufre esta enfermedad comienza a perder la memoria a corto plazo, es decir, algunos pueden recordar su niñez o lo que vivieron hace unos años, pero no lo que hicieron ayer o hace poco. Para combatirla hay que ejercitar la mente, aprender un idioma, tratar de aprender y relacionar números de teléfono con personas, fechas de nacimiento con caras. Algo que nos mantenga atados, para no perder el hilo con el presente.

No le tengo miedo a las arrugas, ni a la edad, ni a los nietos, ni a perder mi figura con el paso de los años. No le tengo miedo a la vejez, le tengo miedo a perder la lucidez... a no reconocer a mi gente ni a mi entorno, a estar perdida en un mundo conocido. Y qué haré para combatir mis temores? Tratar de no ocupar mi tiempo preocupándome por lo que no ha sucedido y quizás no suceda, sino más bien actuar para evitarlo o retrasarlo lo más que pueda, concientizando lo que hago. Tratar de no volver a poner las vitaminas en la nevera... (al menos fueron las vitaminas y no los lentes, quiero decir, al menos las vitaminas son una especie de comida y comida combina con nevera). Estaría peor que las pusiera en el horno? Creo que sí, porque existe el riesgo de que alguien precaliente el horno sin chequear antes si otra personita por ahí metió algo indebido.

Quiero aprovechar esta nueva sed de conocimiento que me da la internet para entrenar mi mente, ahora concientemente, y rescatarla de un futuro incierto, porque así lo hago cierto y entonces mío, disfrutando el hoy y viviendo esta conciencia que hoy me brinda la vida. Así que, asústate alzheimer, que aquí vengo yo!

April 12, 2008

Mi Arbol y Yo


Soñé que estaba a punto de dormirme y desde el sofá-cama veía la noche a través de una pared cristalina. Sentía el frío rico de Sanare, oía el reconfortante sonido del río y toda la vegetación que había ante mí me hablaba, invitándome a adentrarme en ella.

Todo era calma, era el saber que nos habíamos encontrado... Pasó un buen rato mientras yo parecía aprenderme los caminos de aquel paisaje. En ese lapso la pared fue consumiéndose hasta desaparecer. Sí, ya no existía, sólo me protegía del frío porque mi nuevo cuarto seguía siendo un tanto cálido. Me tentaba la no pared, me provocaba acercarme a los árboles, a mis árboles (sucede que me adueño íntimamente de todo lo que me encanta). Ellos eran míos sin saberlo o quizás yo creía eso y la verdad era que yo era de ellos... Me paré hasta el borde del piso y olía a selva adentro, el frío estaba allí pero ya no lo sentía; como cuando voy a un río y puede más el encanto del agua que su temperatura helada. Así fue.

Sentía mi cuerpo liviano y me dejé caer hacia afuera pero no caí, me elevé... y flotaba sobre los árboles, mientras mi cuerpo registraba mil sensaciones. Yo era de esa selva virgen y me sentía plena. Visité la montaña con mi vuelo, volaba alto y bajito, siempre lento, hasta que me posé en un árbol enorme, por supuesto. Él me esperaba desde siempre. Me senté en una rama fuerte como todo él y descansé, me sentí tan relajada que decidí acostarme en ella contando con mi buen equilibrio y entonces me dormí.

Yo sentía cómo iba transformándome y me dejaba llevar; era yo como un camaleón - ese animal que se mimetiza y adopta la apariencia de su entorno - pero no era sólo por fuera. Mi árbol empezó a absorberme y yo también quería. Me quedé absolutamente inmóvil, rendida? tranquilita, mientras nos hacíamos el amor y nos volvimos uno. Yo tomé su propiedad y él tomó mi alma. Ambos crecimos en ese momento. Yo me disgregué por todos sus rincones para formar parte de sus ramas, hojas, tronco y raíces. Él, aumentó en tamaño y vida. Ahora era yo el árbol y los pajaritos celebraban mi nueva forma. Iban a recibirme posándose y anidando en mí. Todo era una fiesta, una fiesta de gozo, de alegría en calma, de plenitud extrema. Las ardillas, las hormigas... todos vivían en mí y yo era feliz porque esa era mi misión. Mi cuerpo albergaba tantas vidas... Nos entendíamos sin palabras. Entonces comprendí una vez más que el lenguaje no es siempre hablado. Como dos personas extrañas que se ven en la calle y espontáneamente y al unísono se regalan una sonrisa. Entendí tantas cosas... Que yo no era la primera ni la última, que mucha gente al igual que yo era parte del árbol y que seguiría ocurriendo por los siglos de los siglos.

Amaneció y con la luz y el leve calorcito de la mañana me desperté en el cuarto que formó parte de mi sueño. Algo de mi alma se quedó en el árbol. No me siento mal porque cuando reparto mi alma por los caminos, algo dentro de mí es más feliz. No me voy acabando, me multiplico.

Ahora escribo y a través de la pared cristalina, la naturaleza entera es testigo. 


(Escrito el 23 de junio del 2007 a las 7.32 a.m.)