May 26, 2008

Fantasía



Esta mañana cuando todavía no me había despertado del todo, me visualicé. Yo ahí acostada en mi cama, boca abajo, con las piernas algo abiertas, mi brazo y mano derecha debajo de mi cuerpo en franca dirección hacia mi pubis... Era una posición recurrente, porque encuentro acomodo en mi mano presionada por mi pubis, que es tibio como toda yo. Encuentro agrado en mi pubis presionado por mi mano, es decir, son una buena combinación, no mejor que otras manos, pero una buena combinación igual.

Me encontraba sola, una soledad que invita a reflexionar a veces, a bailar otras. Y esta vez me seducía para redescubrir mis placeres. Traté de pensar en alguien que no fuera mi pareja anterior y por eso me centré en ese hombre que estaba ayer en la fiesta. Nos conocemos. La primera vez que hablé con él fue para una entrevista de trabajo y a los cinco minutos de la entrevista me descubro viendo sus manos, su pelo liso como el mío... y su voz se volvía lenta en mi imaginación, se empastelaba. Las palabras salían por su boca escritas en el aire, como si fueran de gelatina transparente voladora. Unas se metían por mis oídos, otras me hacían cosquillitas en la nariz, algunas se metían como dedos entre mi pelo, otras más se metían por mi blusa y jugaban entre mis senos y así empecé un juego sexual con esas palabras... a todas estas con mi cara corporativa de entrevista de trabajo, cuando podía en ese mismo momento sin ningún reparo pasarme a su lado y tenerlo ahí mismo, como él me lo pidiera... Así fue. Por eso me sirvió hoy en mi fantasía mañanera.

Después de esta fantasía volví en mí y ahí me quedé, habiendo redescubierto lenguajes que creía olvidados en mi cuerpo desnudo.
Escrito el 9 de julio del 2002

May 11, 2008

Al final de tu entierro

Me entraron unas ganas inmensas de aplaudir cuando terminó tu entierro. Pero pensé que era una locura, y no lo hice. De inmediato escuché a una de mis hermanas comentar “tengo ganas de aplaudir”. Me supongo que ella tendría ese mismo sentimiento, el de haber presenciado el final de un obra maestra, el final de una sinfonía majestuosa, la que hiciste de tu vida. Allí estábamos tus músicos principales, despidiéndonos de ti, el gran director, que resolvía los compases tristes con interpretaciones alegres, los alegres con grandes celebraciones llenas de carcajadas, y los compases sombríos con un extraordinario sentido de la adaptación y buen humor.

Cuidarte al final de tu enfermedad fue duro. A mi segunda visita después de tu operación, ya eras un fantasma que vivía fuera de la realidad. Con mucho esfuerzo te incorporabas en el presente y luego te devolvías a visitar tus recuerdos infantiles y tus seres queridos que desde hacia tiempo ya no existían.

Entendías que se te acababa el tiempo y por eso no dormías. Caminabas constantemente hacia lugares que ya no existían, te preocupabas por dejar problemas sin solución, querías seguir aportando tus grandes ideas a grandes planes, aspirabas estar enterado de las noticias, buscabas gozar de tus lecturas. Como buen enamorado de la vida querías aprovechar hasta el último momento para disfrutarla.

A mi regreso me traje algunas de tus cosas para recordarte. Pero mi sentimiento hacia ellas es apenas una memoria que me hace sonreír. Aprendí entonces que no las necesito porque llevo en mí un gran pedazo tuyo que siempre me acompaña, que me ayuda a tomar decisiones, que le da perspectiva a la vida, que le echa sal o azúcar, que me mantiene fuerte y certero, y que recuerda muchos de tus cuentos, ejemplos y palabras. Entonces decidí aplaudir y aún lo hago.

May 7, 2008

In Fraganti



Siempre quisieron hacer el amor en la playa, con el sonido de las olas como música, bajo la luz de la luna y las estrellas… y la presencia probable de un testigo lejano que pudiera disfrutar desde su lugar, la escena que allí se representaba. Les parecía romantiquísimo pero no resultó así.
Estaban de vacaciones en la isla y el padre de ella les dio permiso para salir. Por razones que no vienen al caso tenían casi un mes sin sentirse, ella sin darle cabida en su cuerpo, él sin ocupar sus espacios… y eso es mucho para la juventud. Se les presentó el momento y con un “vámonos a la playa” comenzaron a sentir en sus cuerpos el deseo, que crecía a medida que sus pasos se acercaban a la orilla…

- Estás seguro?
- Claro, ahorita no hay nadie allá, y si hay, son parejas como nosotros.
- Cómo vamos a hacer?
- Bueno, vamos a ver. Aquí tengo la toalla.
(Beso nervioso, corto)
- Dónde? En esas palmeras?
- No, ahí estamos muy cerca del restaurante. Vámonos más allá.
(Silencio mientras él escogía el lugar con su mirada). (Besos ya más profundos que bajaban hasta su cuello. Tres pasos más).

La arrinconó contra una palmera y subió su franela corta para besar sus senos turgentes. Entonces a través de ellos toda ella sentía su lengua y cómo quería saborearla entera a través de sus pezones duros de tanto placer. Ella sentía una corriente que se apoderaba de su cuerpo, mojándola toda de ansiedad. Era como si la saliva de él viajara desde sus senos hasta su sexo y su cuerpo pedía a gritos su presencia en él.

- Más, más. -Pedía su voz.

Ella lamía sus orejas y acariciaba su pelo. Su minifalda era propicia para que las manos de él quisieran agarrar sus nalgas. Sentía también la firmeza en su pierna. Entonces su mano quiso acariciarlo a través del short y luego meterse dentro del short.

- No aguanto más. Aquí.
- No. - Le dijo él.

Entonces la guió aún unos cuantos pasos más.

- Quítate las pantaletas (mientras tendía rápidamente la toalla en la arena).

Ella calladita y diligente lo hizo y se acostó boca arriba mientras él se arrodillaba, se bajó el short a media pierna, dio un último vistazo a su alrededor chequeando alguna presencia humana y sin más obstáculos que el propio cielo, con movimientos expertos entró en ella, quien olvidada por completo de cualquier testigo, inmediatamte comenzó a tener el primer orgasmo de los que pudieron venir, mientras agarraba con fuerza sus nalgas y caía en un estado de semiinconsciencia que la hacía cerrar los ojos para disfrutarlo mucho más.

De repente cuando abre los ojos ve las piernas de un hombre parado a unos 20 centímetros de su cabeza. Si, podía tocarlo si hubiera querido. Y le dijo a su novio:

- Hay alguien aquí.

El estaba tan concentrado en lo que hacía que no la escuchó a la primera.

- Hay un hombre.- Aseguró.

Él salió de su estado sexual a otro de arrechera, se incorporó inmediatamente y dejó salir su furia contra este hombre joven – aunque mayor que ellos – que nunca supieron cuánto tiempo tenía allí. Ella era presa del pánico, ya que el tipo decía que iba a montarlos en la unidad, cual policía, aunque no tenía pinta para nada, pero ella nada más de pensar que su papá iba a enterarse, no quería ni imaginárselo. Tener que llamarlo de la policía para decirle que estaba detenida por hacer el amor en público, no gracias. Entonces se volvió sumisa, casi transparente y trató en lo posible de calmar a su novio, quien largó una sarta de improperios contra este tipo. Hoy no saben cómo finalmente dejó que se fueran... La velada terminó en un coito interruptus que les dejó una desazón extraña y además a su novio, unas ganas de entrarle a coñazos al interruptor sexual, disque policía, que nunca sació.