December 16, 2008

Prohibidas las provocaciones


He engordado. En este país, quién no engorda? Pero eso no es excusa. Como sabe todo aquel que me conoce, me encanta la comida. Y es que creo que soy un ser sensible a los estímulos, estoy viva. Soy de esa gente que fácilmente se le hace agua la boca con el olor de unas caraotas refritas; con el aroma que impregna toda la casa cuando se hornean galletas; cuando a la brasa se asa la carne y se quema la grasa, sacándole el sabor, el jugo que se forma con la sangre y la grasa diluída, que responde al calor; o cuando se hace un sancocho como dios manda… Así que cuando veo en la tele programas de comida, qué crees que me pasa? y resulta que soy adicta a ellos, pero debo parar, porque en esta etapa de mi vida mi almuerzo es excesivo, ya no sé lo que es comer frugalmente. Y luego de eso, si puedo hacer mi ritual siesta, en el preludio del sueño mi hombre a mi lado en la cama ve un programa de comida, y empiezo yo a salivar, aún llena por el almuerzo, pero no me aguanto con todas las ricuras que se muestran en la pantalla. Mi cuerpo y mi mente reaccionan, se estimulan… Es un círculo vicioso, al punto que he decidido no seguir viendo tantos programas de ese tipo. No soy muy televisionera, pero sí adicta a ese canal: Food Network; antes veía Gourmet Channel y todas sus exquisiteses, total que el cambio de canal sigue creando el mismo efecto en mí: hambre, así que opto por la retirada. De no ser así, me convertiré en una norteamericana más con libras de sobra.

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