April 2, 2013

La Mano de Mi Hermanita




Estuve en Venezuela tratando de renovarme. Iba a escaparme 2 semanas y - por motivos ajenos a mi voluntad - terminaron siendo 5. Necesitaba sentirme querida, ser mimada por los míos hasta el cansancio, para así volver con las pilas puestas al ruedo otra vez.

Vivir fuera de mi país no ha sido fácil; a pesar de la vida feliz que tengo, fueron muchas las renuncias. La parte buena es que las relaciones con mi familia, de alguna manera, son mejores. Por ejemplo, siento que mi hermanita me quiere más, que siempre se alegra cuando oye mi voz al teléfono… Ella siempre ha tenido un efecto mágico en mí y en casi todo el mundo. Su encanto se debe a su aura especial, a su sonrisa franca, a sus ojos llenos de amor y a un sin fin de cosas que no todos conocen pero que sencillamente forman parte de la mezcla divina que la forma. Así embruja hasta al más pintado. Ella es una mujer de actos, más que de palabras. Nada la estresa, pocas cosas la preocupan y cuando sucede, igual se arma de un valor sereno que la apodera del control. Eso sí, manda más que un dinamo! Y así, con sus bellos ojos enmarcados por unas pestañas afianzadas con rimmel, domina todo y a todos. Desde cuándo? Creo que desde que se embarazó por vez primera. Sin saberlo, la madre que había en ella se apoderó de su cuerpo para nunca más dejarlo. Sí. Ella es madre por encima de todo; madre de sus hijos y de todos los niños del mundo. Y lo digo en serio! No puede ver un bebé porque se lo encasqueta en la cadera, le da de comer, le cambia los pañales… Creo que si pudiera, adoptaría a todos los huerfanitos del mundo!

La recuerdo casi de bebé recién despertada con sus rulos despeinados cayéndole en la cara. La recuerdo de niña montándose en el autobús del colegio con su sandwich del desayuno a medio terminar, ofreciéndoselo a quien quisiera darle un mordisco (al sandwich, no a ella). La recuerdo vestida de rojo (no rojo rojito) representando a la “E” en un acto bailable de las vocales en el colegio. La recuerdo bailando y cantando, nuestro pasatiempo favorito de niñas, costumbre que aún compartimos y disfrutamos. La recuerdo celebrando que se había graduado de bachiller. La recuerdo hinchada de llorar cada vez que se pega a ver una película de amor y dolor en la televisión.

Recuerdo también el día cuando estábamos en Margarita y ella estaba recogiendo puras conchitas de mar para hacerle un collar a mi hermana mayor. Yo muerta de celos le tiré las conchas en la arena con el cuento de que ya nos íbamos y ella no salía rápido de la playa. La recuerdo haciendo arroz con pepitonas por varios años cada 14 de Enero, jugando dominó, atendiendo a la gente en su casa. Ella es una anfitriona por excelencia, por eso su casa se ha convertido en la casa del pueblo. Todos quieren ir y van.

La recuerdo recientemente en mi último viaje a Venezuela, quedándose conmigo en la clínica, cuidándome, acompañándome al Doctor y alojándome en su casa. Quizás el recuerdo más importante que tengo con ella es cuando dí a luz. Me paré tempranito al baño sabiendo que ella se estaría parando en su casa para ir a trabajar, y de repente de regreso a la cama rompí fuente como si fuera una catarata. Lo primero que hice fue llamarla para hacérselo saber. Ella no trabajó ese día. Estuvo conmigo en todo el proceso de parto y al final, cuando el padre de mi hijo arrugó para entrar al parto, ella estuvo ahí, al pie del cañón conmigo. La cama del quirófano tenía unas asas de metal para las parturientas agarrarse. El Doctor me decía que podía agarrarlas si lo quería, pero yo ni tonta que fuera iba a elegir un asa fría de acero inoxidable, porque gracias a Dios ahí estaba para mí, fuerte y cálida, la mano de mi hermanita.