August 19, 2008

Oigo a una madre


Estoy en una sala de espera y mientras busco en el bolso mi cuaderno, mi atención se fija en la pareja madre-hija que está aquí diagonal a mí. La enfermera llama a la madre para hacerle unas preguntas: “Kathy?” Ella deja de hacer lo que estaba haciendo, se para, las responde y rápidamente vuelve a su silla. Kathy como si nada hubiera pasado, continúa leyéndole un cuento en voz alta a su hija, con unas inflexiones de voz y una naturalidad que podrían posicionarla inmediatamente como lectora oficial en un colegio o una biblioteca. Su hija - de unos 6 años - hace acrobacias en la silla, aunque en su mente sigue la historia que cuenta Kathy. Estamos todos cautivados en silencio. Sólo una embarazada avanzada duerme en una silla hacia un rincón de la sala y yo, escribo narrando lo que sucede.

Esa sola escena me reconforta. Pienso y escribo: "Qué rico es ser madre!" Y lo digo también por aquellos hombres que lo son, los que son más madres que padres porque las circunstancias lo hicieron así o porque su naturaleza los dictó. Lo llevamos en las entrañas, en el alma la gran mayoría de las mujeres y con ese entrenamiento nos graduamos como expertas amantes hacia nuestros hijos, mimando, cuidando, educando, bañando, dando de comer, jugando con ellos... Mientras más les damos, más los queremos. Ellos no lo notan, o sí lo notan pero no lo aquilatan. Sólo lo sabrán realmente cuando tengan sus hijos y se entrenen por el resto de sus vidas en el arduo, gratificante y comprometido rol de ser madres.

La risa de mi hijo


Oigo la risa de mi hijo. Me hace tan feliz escucharla. Él, cuando era un bebé, tenía una de esas risas que se escuchan en algunos muñecos-bebés. Una risa contagiosa, que se regocija en sí misma y da risa, y risa y risa. Hoy es un pre-adolescente, pero su risa sigue teniendo un encanto. Imagino que siempre va a ser así. Será de esas personas que con su risa contagian de alegría la vida de los demás. Ojalá no se le olvide reir, no sólo por él, sino también por todo el bien que sin saber deja a su paso.

Reir francamente es la manifestación de que la estamos pasando bien, de que somos felices en ese momento, de que no nos aguantamos por dentro; su risa es así, espontánea y sincera. Si tan sólo riera más. Cuando estoy en la casa y lo escucho reir en su cuarto sé que disfruta con su “hermano”, a quien le encanta hacerlo reir. Cuando ve programas cómicos en la tele, se oyen carcajadas que iluminan toda la casa y a mí, el alma. Yo lo escucho y río también, aunque no sepa el motivo de su risa, solo sé que está bien, y eso para mí basta.

August 13, 2008

Dormir con él


Anoche - como casi siempre - fui la primera en conciliar el sueño. El suave sonido del televisor relataba las olimpíadas, evento esperado con ansias por mi otra mitad, quien con ese fanatismo no puede negar su género. Algunas veces me duermo en su pecho mientras él me hace cariño, otras me acuesto de lado con mi cara hacia afuera y ese hombre que amo se pega a mí acoplándose a mi figura. Yo idolatro su temperatura, tibia hasta el infinito, por eso toda la noche apenas nos separamos un instante lo busco a tientas como una cachorra. Siempre tengo que tocar alguna parte de su cuerpo, y ese contacto me adormece, me lleva al más rico bienestar. Nuestros cuerpos se complementan el uno con el otro, se reconocen y encuentran en contacto pleno.

A veces he pensado que el acto más íntimo entre dos personas es dormir juntos, más que hacer el amor. El compartir con alguien el sueño es un acto de total entrega, de abandono a su entera voluntad. Pueden matarnos sin nosotros darnos cuenta. Pueden amarnos en la penumbra, entre la intensidad del silencio y nuestra respiración.

Si me despierto en medio de la noche sin sueño, recorro la imagen de ese ser a quien me le metí en la cama de por vida y calibro a qué nivel de sueño está. En ese momento que es sólo mío, me confieso en el silencio de mi mente, y aunque no puede escucharme es como si lo sintiera todo y soy suya. Lo huelo. Huele a limpio, siempre huele a limpio, todo él: su aliento, su cuerpo, sus pliegues, sus rincones, sus partes íntimas. No es a jabón, ni a pasta de dientes... aún sudado tiene un olor suave, un olor tibio. Sus sabores son lo que su olor promete, son ricos. Él sabe a lo que debe saber el elixir. Amo su pecho peludo, sus piernas de Hulk, sus brazos de Popeye cuando ha comido espinacas, su ombligo con lint, sus pies gorditos, todas sus formas… Y su voz, su voz me lleva al cielo.

Percibo a veces que tiene un mal sueño, lo noto en su angustia, la expresión de su cara, sus movimientos involuntarios que me gritan “cálmame”, entonces mi mano salvadora lo rescata sobándolo, otras veces lo abrazo. Este sencillo acto tiene el poder maravilloso de cambiar su sueño y otras veces, lo saca de él. Se despierta y me lo agradece con su mirada, buscando una nueva forma para quedarnos dormidos. Él por su parte, también se adueña de mis pesadillas, y cuando me oye sale de su sueño y me calma con el sonido que hacemos cuando un bebé llora y está por quedarse dormido. Ssshhh, ssshh, sshh, sh!

En el ejercicio de acercarme, acercarme, acercarme y ser recibida, acariciada y amada termino acorralándolo en su lado de la cama. Ahora invertimos los papeles y yo lo abrazo en spoony como él lo hizo conmigo al quedarnos dormidos. Al amanecer, cuando no soporto mucho seguir en la cama, vuelvo a verlo. Él duerme profundo, más que nunca. Yo lo beso, lo arropo, le acerco mis almohadas a su cuerpo para que no extrañe mi presencia en la cama y evito con la almohadita, que alguna luz moleste sus ojos.

Después de cada noche de pocas palabras pero siempre dulces, descubro que con cada amanecer nos queremos más, por todo ese amor que nos hemos brindado dormidos. Si, este ritual de amar y cuidar, nos alimenta el amor. No perdemos el tiempo ni de día ni de noche. Nos amamos así por todo el tiempo que no estuvimos juntos en nuestras vidas, para compensar todos esos años cuando no nos conocíamos.

August 10, 2008

Celebro que vivo



Estoy viva en mi cuerpo y en mi alma, porque las cosas siempre me tocan de una manera o de otra, pero también porque tengo la firme convicción de vivir, de no morir en mi alma mientras viva mi cuerpo, porque lo elijo con cada acto de mi día a día. Porque soy como una esponja, una esponja que absorve, que se llena y se rebosa… y con eso me refiero a que mi entorno me importa, me mueve, me conmueve… y celebro que así sea. Celebro estar viva y vivir la vida a mi manera. Celebro el que pueda comunicarme de esta manera contigo. Celebro haber decidido volver a estudiar a mi edad. Celebro el sol, la luna y las estrellas… No siempre fue así. Muchos años de mi vida sentí rencor por quienes me hacían daño, hasta que entendí que más daño me hacía yo misma con ese sentimiento que me carcomía el alma.

Por eso hoy doy de mí a todo aquel que lo necesite, porque me siento tan llena y mientras más doy, más me lleno. Mientras más dormimos, más sueño nos da. Mientras más comemos, más nos provoca comer. Mientras más hacemos el amor, más sexo queremos. Mientras más damos, más queremos dar.

Disponernos a pensar en el bien y no en el mal, en lo bueno que nos pasa - por poco que sea – es una cuestión de actitud. Y con esta actitud disponemos la energía en nuestro mundo de una manera positiva para nosotros. Agradecer las cosas buenas que tenemos, desear las que aún no conseguimos y actuar para que sucedan - con mente positiva siempre - es la forma de retribuirle a la vida su gran regalo. Con tan sólo sonreírle al vecino ya las cosas empiezan a mejorar, porque uno sonríe y los demás sonríen, no siempre pero es más lo que podemos conseguir con una sonrisa que con una mala cara. Entonces si queremos que las cosas mejoren empecemos por nosotros, iniciemos el cambio.

Si perdemos en un juego, pensar que en el otro vamos a esforzarnos más para desempeñarnos mejor, y con esta actitud algún día ganaremos, muchos días ganaremos, sabiendo que el ganar no nos vuelve distintos. Ganar es una circunstancia, como lo es perder. El disfrute está en el juego, en el camino, en el transcurso de las cosas… y si nos sentimos derrotados, ya de antemano hemos perdido.

La vida es bella. En nuestras manos está aprovechar lo que tenemos. Disfrutar de nuestra salud, hoy cuando la tenemos. Aquilatar la maravilla de que estamos completos, con nuestras dos manos y nuestros dos pies, con nuestros dos ojos… y si tenemos uno, al menos tenemos uno, y si estamos ciegos, todavía escuchamos y hablamos, y así, no dejarnos vencer. He recibido a través de la internet videos de personas que aún impedidas nos dan lecciones de vida. Puedo recordar a Tony Meléndez, a una mujer catira que no recuerdo su nombre pero sí su cara y su determinación a ser útil - ella sin brazos atiende a su bebé y vive su vida como si los tuviera - a Nick Vujicic, a Adriana Macías. Todos ellos nos enseñan que nada es imposible, que podemos ser felices a pesar de las circunstancias y que sólo depende de nosotros.

Hay cualquier cantidad de personas en mis mismas condiciones que no se creen capaces de intentar lo que quieran, que se sienten impedidos sin estarlo, que han muerto en vida... pero lo cierto es que nunca es tarde para intentarlo. Más bien, el hecho de intentar cosas que nunca hemos hecho nos renueva y nos llena de vida. Tenemos derecho a reintentar una y mil veces aquello que todavía soñamos. Porqué no tratar de nuevo? Por qué morirse antes de tiempo? Somos dueños de nuestras vidas. En nosotros está el saber aprovecharlo.

Tienes una cobija con qué arroparte cuando hay frío, un techo dónde dormir, tienes hijos o al menos sobrinos, o un ahijado, o los hijos de tus amigos, o los de tu vecino. Siempre hay alguien a quien querer. Tienes una pareja o alguien que te gusta, a tu familia por muy pequeña que sea, a tus amigos… con un sólo buen amigo que tengamos basta. Y si hoy no tienes nada o alguna de estas cosas, qué estás esperando? Vive para conseguirlas, que son las esenciales en la vida. Todo lo demás lo tenemos por añadidura. Todo lo demás si lo perdemos podemos sobrevivir, pero lo esencial está en nosotros. Lo tenemos todo para conseguir lo que se nos antoje, de nosotros depende. Contágiate y celebremos la vida!